martes, 8 de abril de 2008

La ley de Murphy

Un inocuo relato que guardo desde hace años. Está, como es obvio, basado en hechos reales. Y como es divertidísimo, no me duelen prendas proclamarlo, se lo voy a dedicar a la apasionada admiradora de Chesterton y Wodehouse y sin par bloguera Donna Angelicatta


El plan era perfecto. Su mujer tenía hora en la peluquería después de comer, con lo que podría disfrutar del sofá y de la carrera ciclista a sus anchas. Ese día se corría la etapa reina y quería gozar de toda la retransmisión, sin que Adela le marease con sus impertinentes deseos de zapeo y su quejumbrosa verborrea contra el deporte.
Acabó de recoger la mesa cuando ella salía por la puerta, se sirvió una taza de café recién hecho, se preparó una copita de orujo de hierbas en el vaso que si siempre guardaba en el congelador y se repatingó en el sofá como un cavernícola exultante. Encendió la televisión. Ya habían conectado con el Tour y la imagen mostraba un grupito de escapados, entre los que se encontraba uno de sus ciclistas favoritos. La cosa prometía. Apuró el café y dio un sorbito de la helada copa que aún mostraba restos de escarcha.
Había comido como un príncipe. Su mujer, sinceramente, tenía una mano con las alubias que hacía olvidar cualquier otro defecto, tampoco demasiados por otro lado. No había perdonado nada de la deliciosa cuchipanda: ni, por su puesto, el plato de alubias a rebosar, ni la morcilla de Burgos, ni la costilla y papada ligeramente adobadas, ni el choricito de Orozko, ni su buena ración de ensalada. Media botella de crianza, regalo de su buen amigo Ángel, había pontificado la comida. Café, copa, ciclismo y Adela en la peluquería: el plan, qué duda cabía, era perfecto.
Los escapados pedaleaban con más de cuatro minutos de ventaja y, a no tardar, empezarían a ascender uno de esos puertos míticos de los Pirineos. Se quitó las pantuflas y se estiró cuan largo era. Fue en ese justo momento cuando le sobrevino el primer apretón. Dejó escapar un par de largas ventosidades, pues no estaba dispuesto a ir al baño hasta que acabase la etapa. Le vino bien, sintió que cedía la presión. Otro sorbito de licor y ¡a seguir viendo la carrera!
Cuando anunciaron el primer corte para la publicidad sopesó la posibilidad de levantarse y, entretanto, hacer de vientre pero, mientras se decidía y no se decidía, terminaron los pocos anuncios y se olvidó del tema. Aguantaría, pensó, aunque lo cierto es que el peso de su estómago era cada vez mayor. Decidió soltarse el cinturón y el botón superior de los vaqueros. Resistiría. ¿O no?
El segundo arreón estuvo a punto de producir una catástrofe.
- ¡Mierda! -gritó como asistido por una súbita iluminación oratoria.
Maldiciendo por dentro, y por fuera, se encaminó al váter, no sin antes subir el volumen de la televisión para poder seguir las viscisitudes de la etapa como si la escuchase por la radio. Presumía, por el tamaño del dolor que se había ubicado en sus tripas, que no iba a ser una faena de aliño. No sabía hasta qué punto acertaba.
Se sentó en la taza y trató de apurarse, pero la faena se presentó lenta desde el principio. El esfuerzo evacuatorio era tal que por sus enrojecidas mejillas resbalaban, con parsimonia de brontosaurio, dos lágrimas espesas como gotas de pegamento industrial. «Habrá que tener paciencia», se resignó. Desde la sala llegaban los ecos del ataque de un corredor belga que le era desconocido; no había que preocuparse, su ciclista favorito aguantaba sin problemas, decía el locutor.
- ¡Cagüenla...! -exclamó sin pararse, de nuevo, a pensar en sus palabras.
Optó por utilizar la táctica de los botes. Una táctica que utilizaba a menudo cuando intuía que la cosa iría para largo en sus visitas al baño: leer lo que ponía en botes, frascos y demás recipientes alrededor. Empezó con el bote de champú que usaba Adela y leyó su composición química de cabo a rabo. Después, el modo de empleo y la dirección del fabricante. Se fijó en el código de barras, llevaba el 8 delante: made in Spain. Tomó, a continuación, el bote que usaba él, un anticaspa que no sólo no se la había quitado sino que, por contra, le había acarreado una grasa que nunca había tenido antes. Se le ocurrió comparar los componentes de los dos productos. No eran tan diferentes. Salvo un par de cosas raras, zincpiritiatos o algo así, el resto era lo mismo. La táctica había surtido efecto, se relajó algo. Pero iba despacio, muy despacio. Recordó, tomando un tercer bote, que llevaba casi tres días sin hacer. ¡Él, que era más regular que Indurain! Miró el reloj: a lo tonto, a lo tonto, llevaba más de diez minutos en el servicio. En el pie izquierdo empezó a notar un ligero cosquilleo.
En la televisión estaban pasando un nuevo corte de anuncios. «A ver si ahora duran un poquito más», deseó. Pero sus intestinos no estaban por la labor. Los primeros minutos de dura evacuación, con la consiguiente dilatación anal extra, estaban dando paso a una extraña fase de descomposición. Algo le había sentado mal. «La morcilla, seguro». Lo que faltaba.
El caso es que se había pasado al derecho el hormigueo del pie izquierdo, que ya estaba dormido. Por otra parte, la diarrea final le había acarreado un prurito inaguantable a la altura del esfínter. Resoplaba resignado. Llevaba más de un cuarto de hora allí sentado y la situación era patética. Su plan perfecto se estaba convirtiendo en el colmo del esperpento: la carrera en el clímax y él en ese cubículo diminuto, con diarrea, picor en el culo y los dos pies dormidos. ¿Qué más le podía pasar?
Se giró para coger papel higiénico y paliar un poco la picazón, aunque sabía que aún no había acabado de evacuar. ¡Vaya por Dios! Lo único que encontró fue el cilindro de cartón marrón del que pendía una miseria de tira de papel que no servía ni de apósito. Abrió el armarito que había debajo del lavabo, donde solía haber uno de repuesto para este tipo de eventualidades. Por más revolvió entre neceseres, frascos y cremas, no encontró nada parecido a papel, ni la sombra de un despreciable pañuelito extraviado.
En medio de su media desesperación escuchó cómo el belga y su corredor habían coronado ya el Tourmalet, con más de dos minutos de ventaja respecto de los primeros perseguidores. Recordó que Adela guardaba el paquete de veintitantos rollos que acostumbraba a comprar en el hueco que estaba encima de la nevera, en la cocina. Se levantó para dirigirse allí pero sus pies dormidos no le permitieron dar un solo paso.
Entre los pantalones bajados, la poca firmeza de sus piernas entumecidas y acalambradas y su prisa denodada, se hizo un nudo y se desplomó. Intentó asirse al lavabo pero sólo consiguió golpear el bote de gel que, tras su champú, había estado leyendo también y que, por increíble que parezca, estaba mal cerrado. Un buen chorrete de líquido viscoso le resbalaba por la oreja izquierda, goteando hasta encharcar el suelo de baldosa negra. Por lo menos, olía que daba gloria, pensó con nueva resignación. Por poco tiempo. Pues al incorporarse resbaló con el gel derramado y flexionó de tal modo la zona abdominal que no pudo retener un coletazo nauseabundo, semilíquido, parduzco.
- ¡Cagüen la mierda! -fue su paradójica, y acertada de nuevo, descarga de adrenalina.
¡Ya estaba bien! No se lo podía creer. Estaba a punto de perder la dignidad; la paciencia la había perdido con la falta de papel higiénico. Cerró los ojos. ¡Ommm! Los abrió. Estaba de rodillas, mirando la puerta de la cocina, allí, a no más de seis o siete pasos, estaba la alacenilla con el papel. Se ofreció unos segundos de respiro. Le dolía la rodilla derecha, le escocía el ano, le martilleaban los tobillos, el gel le hacía cosquillas por el cuello. Se incorporó lentamente, se alzó pulcramente los pantalones y se encaminó a la cocina.
- Ya sólo falta que aparezca Adela - dijo en voz alta.
Al fondo del pasillo sonaron llaves. Alguien estaba abriendo la puerta. «¡Cómo no me meteré la lengua en culo!», pensó, redondeando una tarde de pensamientos sin parangón.
- Pasa, Luchi, Octavio estará viendo el Tour -oyó que decía Adela. Se sobresaltó, acelerando sus acciones de manera que, al intentar coger el paquete de los rollos de papel, golpeó el paquete de harina, ¡empezado, cómo no! haciendo que se precipitara sobre su caspa, sobre su grasa, sobre el gel de su oreja izquierda, sobre el incontenido vertido de su vientre y sobre su orgullo.
- ¡Octavio! - gritó su esposa, furiosa.
- ¡Octavio! - musitó Luchi, divertida.
- ¡Chicas…!, -sonrió él, detrás de su grumosa máscara-. ¿Un cafecito?...está recién hecho...

13 comentarios:

Donna Angelicata dijo...

Ja, Joseba!. Me deja usted sin palabras. Por una parte, mi agradecimiento a la inmerecida dedicatoria es infinito, pero por otra, el hecho de que se haya acordado de mi humilde persona con tan escatológico (y no en su primera acepción de la RAE precisamente)tema, me hace tener emociones enfrentadas.

Bueno, ehmm... gracias, gracias....

Saludos agradecidos (me voy a vomitar)

Joseba M. dijo...

No me dé las gracias, Donna, usted se merece eso y mucho más, pero...¡Lamento tantísimo haber enfrentado sus emociones! Obvie vuesa angelical merced las referencias intestinales del protagonista Octavio y abunde en esa mala suerte que, en ocasiones, es capaz de, todavía ir a peor.
Vomite usted dentro del inodoro y procure apartar tarros de vidrio cercanos cuando le sobrevenga la basca principal.
Después, le recomiendo una medicamentosa manzanilla o una deliciosa menta poleo en la terraza, aprovechando el aire primaveral que, en cualquier momento, ha de llegar del Mediterráneo con suave soplido.
Un proboscídeo abrazo.

Donna Angelicata dijo...

Ya he vuelto de vomitar, gracias. Y aún no puedo quitarme de la cabeza esa hermosa imagen -ah, pretendo ser sarcástica- que tan explícita y detalladamente describe.

Una horrible inquietud me asola hasta cotas enfermizas, ¿no será usted Octavio?. En caso afirmativo, no imagina de que despiadadas bromas soy capaz.

Saludos maléficos.

Donna Angelicata dijo...

Ah, y el suave aire primaveral del Meditarráneo que usted menciona, es hoy un viento catábico como poco.

Bibiana Fernández Simajovich dijo...

¡Tan escatólogico el relato y tan finos ustedes a la hora de enviarse mensajes! No se si estaré a la altura, pero ahi va:
-El relato me encantó ¿De quién es a todo esto?, es un ejemplo delicioso de como se pueden tocar temas tan.....de mierda con un estilo encantadoramente delicado ¡Quién pudiera!
-Quiero agradecerte nuevamente,
Joseba,tus estimulantes palabras y disculparme por incumplir mi promesa: estuve todo el fin de semana con el tema de mi post pero a pesar de que la informática me gusta, aparentemente no viene siendo un amor correspondido porq algunos programas y periféricos se me resisten, bueno, mas bien se me "cagan" de risa en la cara (lo siento, pero me mimetizo muy rápido con los cuentos que me gustan)y me hacen perder mucho tiempo. Finalmente decidí ésta mañana hacerlo de una manera mas simple y corregirlo cuando alguien venga a ayudarme. En cuanto termite éste mensaje me pongo definitivamente a por ello (Lo prometido es deuda tardía pero deuda al fin)
Dando odas a José Coronado y todos sus bifidus, me despido y seguiremos visitandote pronto
muxu bat

Martine dijo...

Moraleja: No comer tanto, y siempre, pero siempre, verificar antes de entrar en el baño que haya en el lugar que le/s corresponde el o los rollos necesarios... Y algún sudoku o lo que se tercie... ;-)

Ah, me olvidaba, echar el pestillo a la puerta, eso siempre...

Muxu Joseba.

Joseba M. dijo...

Pobre Octavio... nadie se apiada de lo mal que lo pasó. En fin..
Anotaremos lo del sudoku para pasárselo al amigo ciclista, Selma. gracias.
Querida paisana ET, ánimo con esos periféricos rebeldes, no te desesperés con las desconfiguraciones, seguí mimetizando que lo hacés de miedo y dale mucha caña a ese blog ciertamente promisorio. El relato, como todo lo que se perpetra acá es de este gayufo que le suscribe.
Un abrazo porteño.

alaluzdeunaluciernagaazul dijo...

Jajaja solía pensar "la ley de Murphy la haces tú".
Pero después de esto... no se que pensar.
Divertido relato, sin duda!

un saludo

Sophiste dijo...

Aqui te mando el link ilustrativo al relato
no podia fallar

por aqui todo bien

besos pa'tos

Sophiste dijo...

con el link mejor !!!

Aqui te lo mando
http://www.upsitedown.co.il/anim/rest40.html




besos pa'tos

Joseba M. dijo...

¡Ese primo madrugador y megaescatologic!!! jejeje
Abrazos, muchos.
¿Estás en Bordeaux ya?

Sophiste dijo...

No primo salgo maniana pa lla
cierro el blog hasta el 20
pa cuando vuelva voy a tener lectura retrasada.
Venga, sigue escribiendo mas y mas
eres un zenomeno

Anónimo dijo...

jajajajajajajajajaja

grande!

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