Cada vez que el termómetro alcanza los 12º empiezo a leer «blogs» de forma aleatoria. Conviene no prodigarse, es obvio que es algo que crea infinita adicción. En la cabecera de uno, leo: 'Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un blog' y esta última frase está cruzada con una línea como de lápiz rojo. Según parece, al autor ya sólo le restan los dos primeros objetivos para haber cumplido en la vida. Pírrico logro, hoy en día no regar un blog te convierte en una especie de lejana Mafalda, cuando ésta no tenía aún aparato televisor y era la apestada de primer grado. De allí viajo a otro donde alguien realiza 'Reflexiones al desnudo' de una hermosa manera, que sería tan interesante como excitante si no fuera por las constantes referencias a su novio.
Entre saltos de bitácoras con los más diversos contenidos van apareciendo las usuales páginas de putas y menos putas, que en ocasiones lo son más. Pero algún estigma latente debieron dejar mis casi diez años con los hermanos salesianos: apenas aparecen, las paso, sin pararme a recorrerlas siquiera un poquito. ¡Ah, señor, qué habrá sido de aquel Buscón de la Grosella! ¡Cómo van muriendo todos los personajes que somos! O, mejor, cómo los asesinamos...
Acabo hoy leyendo las morriñosas letras de una rapaza que sufre y goza a la vez un leve destierro estudiantil en Leioa con Periodismo. Me relaja leer por su diario, en un galego que se me antoja tibio, su consistente añoranza y sus decepciones, sus descubrimientos y algunas de sus pérdidas menos drásticas. Y siempre viene bien aprender el idioma para jugar tute en el bar de Sindo con esas inexpugnables gentes de Viñós, de Beigondo, de Ferreira, de Arzúa, de Melid...
Pero ya nada es igual que hace un rato. Se acabó,estamos a 17º y no va a llover en las próximas 32 horas y media.
Entre saltos de bitácoras con los más diversos contenidos van apareciendo las usuales páginas de putas y menos putas, que en ocasiones lo son más. Pero algún estigma latente debieron dejar mis casi diez años con los hermanos salesianos: apenas aparecen, las paso, sin pararme a recorrerlas siquiera un poquito. ¡Ah, señor, qué habrá sido de aquel Buscón de la Grosella! ¡Cómo van muriendo todos los personajes que somos! O, mejor, cómo los asesinamos...
Acabo hoy leyendo las morriñosas letras de una rapaza que sufre y goza a la vez un leve destierro estudiantil en Leioa con Periodismo. Me relaja leer por su diario, en un galego que se me antoja tibio, su consistente añoranza y sus decepciones, sus descubrimientos y algunas de sus pérdidas menos drásticas. Y siempre viene bien aprender el idioma para jugar tute en el bar de Sindo con esas inexpugnables gentes de Viñós, de Beigondo, de Ferreira, de Arzúa, de Melid...
Pero ya nada es igual que hace un rato. Se acabó,estamos a 17º y no va a llover en las próximas 32 horas y media.