Rita consiente
los besos de los vientos
que rodean el compás de su cintura,
que le danzan una rumba a esa figura
que pasea feliz y nos tiene contentos...
Pajaritos conteniendo los alientos
nos sentamos a sufrir fugaz tortura
de verla representar su singladura:
un delicioso ballet de unos momentos...
Dobla aquella esquina y pese al abandono
entona mil bendiciones la
trompeta
del músico solitario cuyo tono
le hace los coros al cobre en la gaveta
y a nuestra desazón con dulce encono.
¡Adiós bermejo ciclón de falda inquieta...!