viernes, 29 de octubre de 2010
¿Un cuentillo infantil?
viernes, 8 de octubre de 2010
Otoño con minucias
También hay, detrás del otoño,
dos niñas que se aprietan en una foto,
una lámpara de mimbre,
un visillo corrido,
una ventana entreabierta,
el fuego
y el tibio aroma
de la lluvia que nace ilesa.
Hay corazones como carbón
hay un cielo veloz detrás
de los tejados,
hay una tormenta
que ablandará la tierra muerta
de la curva de la calle
por donde no aparecerás,
hay un hilo aderezado
con las palabras
del último minuto
de este día sin luna.
Sí.
Más allá hay merluza,
algo de bonito,
los garbanzos y blablabla
doscientos metros
detrás del sueño... blabla...
El poema
es un telegrama
y en el miedo yace,
en el miedo.
miércoles, 18 de agosto de 2010
Altozano
Mi infancia son recuerdos de un verano
en Campanario, donde el sol ardía
(y donde arde con rabia todavía),
de una casa blanca en su altozano,
(¡¡Melones, sandíasssss…!!!!)
de la empleita en la bruñida mano
del abuelo que en el umbral tejía
posijos, y de la abuela Rosalía
aviando en el corral desde temprano...
(¡¡¡¡Miellll, a la ricaa miellll…!!!)
De madre con
en la esquina palrando con delirio,
del Pilurín… «¡Dame un durito, mama…!»
(¡¡¡¡Pilurínnnn de La Habannnaaa!!!!!!)
«¡¡¡Pon más, chacho, que estoy pasando el kirio!!!»,
recuerdos de cinco primos por cama,
de Paco, Coco y
En el Altozano de Scud Hero
martes, 17 de agosto de 2010
Las chicas de oro
Obstinado sol
lunes, 19 de julio de 2010
Festina lente
Tampoco en lo que crece
con cada alba, cada día,
entramos sin problemas.
Un residente temor
resurge con todo
lo que intuimos bueno
y queremos nombrar
desde esa sombra
apenas olvidada:
la mujer
que quizá ha sido zozobra
entre tus brazos,
el acordado silencio
que promueve esa sonrisa,
la torpe precisión
con que cada olvido
sigue forjando
la eternidad de un leve roce...
Ella no enumera nada,
su inteligencia emerge
mirándome
naufragar una vez más.
Tampoco es imposible
que seamos mutua salvación,
doble desarme.
jueves, 24 de junio de 2010
Doble atardecer
viernes, 7 de mayo de 2010
No te sé, no...
jueves, 6 de mayo de 2010
Sin garantía...
jueves, 15 de abril de 2010
Desde el cerro
Una tarde subí al cerro sin el ánimo habitual de explorar el viejo castillo ahora ligeramente reformado (cuatro barandillas protectoras, cinco focos y una epidérmica limpieza con que quieren justificar el miserable euro que te quitan a la entrada). Subí, en especial, animado por el paisaje que ya desde que había llegado a Badajoz, uno o dos días antes, me había sorprendido en forma de explosión de verde que no tenía parangón con el de ninguna de mis anteriores estancias.
Si ya la enorme cuesta que lleva a la pequeña explanada donde se encuentra el mirador te va aliviando de un montón de penas, la contemplación alternativa de la Siberia y la Serena desde aquella incomparable atalaya procura un leve éxtasis que no deja de sobrecogerme por más que reitere la visita.
Al otro lado, casi a mis pies, Esparragosa y Galizuela apuraban los últimos rayos del sol de abril, el Zújar, inmenso, espejunaba, embalsado entre los ondulados campos de la Serena que se perdían buscando Siruela, Zarza-Capilla, Almadén, Guadalmez...
Hubo que sacar la vieja libreta verde, hubo que dejar caer la tarde, hubo que apurar una Mahou, hubo que respirar aquel aire que se domaba en el vuelo acrobático del cortejo de los aviones comunes...
viernes, 26 de marzo de 2010
A destiempo, las respuestas
Quizá no sean posibles
las respuestas necesarias
en la luna que crece y crece,
densa sonrisa, noche sin patria,
doble entre fragor de sauces...
Pero, ¿quién puede saberlo?
tal vez sólo sucedan allí,
donde un niño otra te revele,
pues siempre una línea se curvará
para ti en alguna boca.
Pero has de abundar más allá, más,
y ser, como este agua que se amansa,
espejo, ser espejo,
ser, espejo ser...
viernes, 26 de febrero de 2010
Milongue
jueves, 4 de febrero de 2010
Victoria, otro fracaso
¡Hay tanta nieve...! Llevo diez días encerrado en casa y, de ellos, más de seis sin aparecer por el desván. La ventisca del viernes pasado sopló con tanta violencia que hizo añicos uno de los cristales. No había quien parara aquí y hoy, cuando he subido, luego que Jacinto haya podido arreglarme la ventana que mira al páramo, me he encontrado con otra de las malévolas limpiezas que Lucía perpetra en mi mesa. Como siempre que esto ocurre, me ha dejado un silencioso mensaje encima de su habitual pulcritud: un añejo poema estival. ¿Cómo sabrá Lucía ponerle siempre la guinda a ciertos momentos con tanto acierto? En los próximos días, seguramente, no encontraré nada en toda esta simétrica organización. No importará, claro, porque toda la belleza de este tiempo en la clausura de chimenea y lecturas me había llevado a la nostalgia de los tórridos veranos en brazos de Victoria, a quien iban dedicados los ripios recuperados. ¿Qué alimenta las nostalgias?
Antes del incidente del cristal trabajaba en unos cuantos poemas, hallados en una curiosa publicación de Trieste; quiero pensar que son de Kasher. La mesa, como siempre, era un caos de recortes y revistas. Ahora, los unos están a la derecha, guardados en una funda transparente, sobre las otras, conveniente apiladas. Y, sobre todos ellos, estaba este poema que no sé de dónde ha rescatado el plumero de Lucía. Está caligrafiado con pulso casi adolescente en una hoja de papel cuadriculado que amarillea levemente por los bordes. A mí no me gusta tanto como sospecho que a Lucía. Pero no puedo dejar de obedecer, ni de pensar que, hace siglos, hubo una Victoria. Los versos, es cierto, merecían el olvido; Victoria no.
El sol se duplica por los campos helados, deslumbrando. Me he acercado a la ventana reparada y allí, tonto él, estaba Satán, adormilado. Me he sentado a su lado e, ignorando su cotidiana indiferencia, le he leído el poema con la misma entonación de los años del colegio...
Salíamos al encuentro de la tarde,
el sol fraguaba en mosquitos y hormigueos
y en el trigal que buscaba el horizonte
la amapola mecía su ardiente gineceo.
Las niñas andaban, mansas, a la escuela
a la tenue luz de la hora de solfeo,
había tortuosos imanes por la ropa
y aceros muertos del ansias del deseo.
Tanto espacio que vagamos una vida
para concluir en un tímido escarceo
por detrás del agua presa de los juncos
que un beso abrían en cada balanceo.
Era tan sencillo amarte y darte alas
que temí quedarme en blanco titubeo
y no acertaba a recorrerte casi
y casi me asfixio en puro galanteo.
Salíamos por los rumbos de la tarde,
el viento dormía en brazos del poleo
alzando el agrio violín de las chicharras,
pintando en tu pelo un leve bamboleo.
Al fin, un río de sales sudorosas
y aquel miedo a despertar si no te veo,
deslumbrado por la luna recién hecha
y el aliento derrotado que aún rastreo.
Salía de ti con mucha parsimonia,
con alma de oruga y ojos de mareo,
en aquel día que fuiste, más que hermosa,
liviana ala de un litúrgico aleteo.
jueves, 28 de enero de 2010
martes, 26 de enero de 2010
Bonjour (poema en crestafase)
TARENTOLA MAURITANICA
Paeres del corral que en verano «El Circo de la Luna» en sus farolas albergan un latir de tarentolas abatiendo cualquier insecto enano, dul...
-
Paeres del corral que en verano «El Circo de la Luna» en sus farolas albergan un latir de tarentolas abatiendo cualquier insecto enano, dul...
-
Llueve con eco de guitarras viejas, retratan los charcos las catedrales, viven besos, retumban los portales y tu vaga sombra mi...
-
No hay tristeza posible, sigo atando nudos en los cordones. Ato nudos murmurando cómo eres incapaz de saber que tus palomas albergaron una r...