viernes, 30 de noviembre de 2007

EGUNEROKO SEI OLERKI TRISTE BAINO TRISTEAGOAK ETA IGANDEKO PAVANA BAT

1.
Bai, plaza honetan
udaberriak behar zuen egon
eguzkia eta zuhaitzen
gainetik.
Edo, agian, nire begiek
behar lukete
beste itxaropen batekoak izan.
Gaur, urtemugak hotzak daude.

2.
Hitzok, askotan,
ene itxura hartzen dutela
ulertu ohi dut,
taupadaka dihardute
harrokeriak eta harriak
ahantzi nahian edo...
harriek
berriro galduko ez zaitudan
ilargietan
pisatu egiten dute.
Heriotz honetaraino ere
ausarta izan naiz, ausart...

3.
Orain ahanztura dotorez
landaturiko harkaitzean jezarrita
egunari so egingo diot,
etsipen iragankorrezko begiez.
Eta tristura erraldoi honi zera
adieraziko diot:
‘Bai, lehengo egunetik izango dugu euria,
baina hauts guzti honek
goiz batean
beste harkaitz bat osatuko du’
Amets bat izan zuen ezjakintzat nauzue, agian,
baina bidea topatzeko gai naiz
eta haren ixiltasunean
zeozer aditzekoa ere...

4.
Ezdakit zenbat negar egiten duzun,
ezta aingeruren batek zure odola argitzen duenik.
Ongi dakit, ostera, oraindik
ilunpetan egoskor dirauten
hitzetan abesten duzula,
eta badakit ere
zure gorrotoaz ezer ez jakiteak
mintzen nauela,
nola beste zoritzar baten
lau sonetoak hiltzen zabiltzanentz
berririk ez izateak
zirikatzen nauen bezala.
Une honetan aforismo hutsa naiz
eta ezpainak zimelagoak ditut.

5.
Apirila da. Elur honek harritzen nau.
Elurrak intxaur guztiak estaliz,
Elurrak...
Ezta gerezirik ere elurra zapaltzeko,
urrutitik uso desiratien begiez
ikusteko gerezirik ez.
Hara, bapatean, barnean
‘aintzina’ hitza jaiotzen zait,
kanioi moduan,
nire olerkiak bonbardatzen.
Apirila da. Eta elurra.
Beleak pixkat haruntzago
gosal dezatela
eta gidatzen nauen arnasaren
oiartzuna lagun bakarra dudala
paseatzen irtetzea
baino ez dut lortu...

6.
Gauzen barruan gaude,
ernetuko diren loreak bezala,
muxuen osteko
kopetan margoturik daramatzazun
izarrak bezala.
Begira zauden ibaiaren bizia
elurretik garira doa
eta, sinestu ezazu,
glaziar batek
desegin zuen mendia
arnasten ari zara.
Ezin diogu, agian,
zoriona esan,
baina baliteke
errota zahar bateko
harri abaildua etengabe jiraka,
jo ta ke,
buelta ta buelta ibiltzea
letra hauek alaituko dituen
melodia sortzen...


PAVANA
Hau egiteko gai izango naizela
aldarrikatzen dut:
Izarak jaso,
eta, soina biluzik,
balkoian
eguna agurtu.
Ikusiko ditudan
hodei eder guztiak
nire zigarroaren puntara
erakarriko ditut,
goxo goxo erreko dut nire bakardadea,
ama zenak oparitutako landare loretsuak
ureztatuko ditut,
edan egingo dut, ura ere,
txistu egingo dut, handik, goitik,
espaloiko baldosa jakin batean
asmatzen saiatuz.
Ez dut otoi egiteko beharrik izango,
bizitza jazarlea dut jadanik...

Del desván...

Yo sé que la mayor parte de todos estos azares no son más que cuidadas sorpresas irremediables. Es fácil que hace un par de semanas dejara expresamente sin llevar al montón de las revistas este número viejísimo de 'El asno en globo'. Y era ineludible que emergiera del montón de papeles, justo cuando el tiempo del avanzado otoño ofrece una tregua para fumar en la terraza del piso de abajo del desván. Me he bajado con ella abierta por la página que, del mismo modo azaroso, estaba marcada con una sutil doblez en el pico superior.
Fumando y saboreando una taza del delicioso café que nunca falta en mi italiana, me he reencontrado con ese personaje que me absorbe, siempre en función de mis estados de ánimo, desde hace ya unos años: E.L. Kasher. La página marcada y la siguiente recogen seis poemas suyos, así como un cuento muy breve que da la impresión de ser el apunte de algún futuro relato, más extenso quizá. Esto, con todo, es algo que nunca podrá ir más allá de la conjetura, pues si algo define a Kasher es, seguramente, que es indefinible.
Leyendo la publicación del sanatorio, he recordado enseguida que cuanto allí había del poeta lo tenía guardado ya. Es material que duerme en la carpeta que almacena todo lo que he ido averiguando acerca de él, desde que descubrí su obra en aquella visita casual, esta vez sí, al centro donde debió estar ingresado muchos años antes, nunca supieron aclararme cuántos. Tampoco sabría aclarar por qué ahora me sorprende que, de los seis poemas publicados, sólo uno esté pulcramente enmarcado por un circulo, más o menos imperfecto, de rotulador rojo. Los otros cinco me parecen tan buenos, o más, pero le haremos caso a cualquiera que fuese la impresión que entonces tuve y lo recordaremos aquí:

El cerezo desploma en la tarde
algo que se escapa del olvido:
¡El árbol que será en tus labios!
Alguna vez has sido
la caricia
que afeitan los aires del Noviembre
desde la sierra al valle.
Puedes adueñarte del cerezo,
reeditarlo,
y yo, por los colegios,
explico sin fatiga
cómo huir,
sin temor a la muerte,
del pleonasmo.

«Hasta siempre, Vladimir»

«Hasta siempre, Vladimir» La hojita, más que amarilla ya, se escurrió de la funda del DVD. Cincuenta y un años después volvió a emocionarse y volvió a manosear el papel con ese pálpito acuoso que le martilleaba en las yemas de los dedos.
Dentro de cuatro días ella cumpliría sesenta años en alguna parte. Pero estaba seguro de que seguía viva. Porque él lo seguía estando pese a tanta penuria. Después de haber aguantado en aquel maldito lugar donde se conocieron, hasta que cumplió dieciséis y empezó a picar en las minas de Stalgyz. Después de haber aguantado cuarenta más en los túneles, agravando su silicosis. Después de llevar casi un lustro en aquel cuarto, al este de Ôbuda, esperando la muerte con su tos incesante y viendo una y otra vez las películas que iba comprando en las ofertas de los diarios.

«Hasta siempre, Vladimir» Observó, por enésima vez, la exagerada 'V' que fue violeta, como sus inolvidables y asustadizos ojos. Aquella 'V' puerilmente rematada con una especie de margarita en la voluta de la derecha, sobre la insegura ‘l’. Iba a guardarla de nuevo en la funda, pero decidió que dejaría ‘Cinema Paradiso’ para el día siguiente y que volvería a verla sonreír y llorar con esos otros ojos maravillosos de Charlize, a quien tanto se parecía. Cuando volvieran a encontrarse le diría «te he estado viendo cada semana durante años, aunque el orfanato fuera otro y el paisaje fuera otro y aunque no te llamases Agniesza. ¿Porque... te sigues llamando Agniesza, verdad?»
Introdujo el disco y, con el papelito en las manos, cerró los ojos. «Buenas noches, Vladimir, príncipe de Bohemia, rey de Nueva Hung...»

jueves, 29 de noviembre de 2007

Un tango para Mary Kate

No entiendo cómo no recuerdo en qué ciudad hermosa me ocurría aquello. Es imposible olvidar que había un río sucio y una maravilla de incontables puentes. Llovía como lágrimas de perfectos replicantes pero yo no tenía ninguna pena en las almas. Quizá por eso me refugié en los soportales que albergaban el Café 'La carrera de Innesfree' y desembocé mi viejo acordeón.
No me sorprendió que la voz de muelle y atardecer del ajado Foulon no les resultara extraña a los parroquianos. Tuve la sensación de que aquel instrumento se había inventado para aquella ciudad y, aún más, para aquel justo entorno donde ahora me afanaba con un tango de Laboa.
«...zardi Rimbaud etorri duk hitaz galdezka, eta gu ere hire zain geundela esan zioagu...»
Las monedas caían con la frecuencia soñada por todo músico callejero pagado de pueril romanticismo. Pocas y pequeñas.
«... eta belatzean eseri gaituk denok erlojuak janez...» Por otro lado, cada vez que se abría la puerta barroca del café, me sobrecogía un sorprendente aroma a manzanas asadas que me llevaba a la casa de la infancia y a redoblar las notas con la furia de una añoranza amable. «...beleak uxatzen ote hintzen ikus zezan gero kanpaiak entzun dizkiagu zakurrak zaunkaka orduan sortu haiz bidetik balantzaka...»
Arreció la lluvia. El soportal se abarrotó. No tuve más remedio que aparcar el poema de Atxaga, traicionándolo con un
arin-arin cromático cremático. Monedas igual de pequeñas, pero más. Sabía que, para cuando acabara ese tema, no podría escapar a la tentación de un café doble, con cualquiera que fuera el pastel de manzana que allí sirvieran. Pulsaba las teclas imaginando a Maureen, la roja cabellera perfectamente recogida con un zapi, obrando en la cocina del local y me imaginaba a mí mismo como un Thortonn, enano pero feliz.
Y entonces se aclaró la mañana. Y se disipó la muchedumbre. Y la mismísma Mary Kate apareció delante, como una salesiana que ha hecho novillos, perfectamente mal vestida, quieta, los pies juntos, las manos enlazadas, los ojos en mis dedos, la boca huyendo muy lejos de su cara...
Rematé el aire sin dejar de mirarla. Recorrió en doce pasitos los siete que nos separaban. Desenlazó las manos y me mostró un billete de diez euros.
- Joue celle que tu chantais avant la pluie et après tu pourras manger ton delicieux Irischer Apfelkuchen.
Los rizos se fugaban de su gorro empapado, dibujándole unos parches tan leves como su chantaje. No recuerdo la ciudad, no olvido que no era una población francesa. Ella tampoco lo era, pero sabía que era el único idioma que entendía lejos de casa, del mismo modo que sabía que no tenía hambre.

-Lizardi, Rimbaud etorri duk
hitaz galdezka
eta gu ere hire zain geundela
esan zioagu
ez hitzela aspaldi azaldu
etxetik
eta belatzean eseri gaituk denok
erlojuak janez
baina mezularia bidali diagu Alosko torrea
eskilara luzetan
beleak uxatzen
ote hintzen ikus zezan
gero kanpaiak entzun dizkiagu
zakurrak zaunkaka
orduan sortu haiz bidetik
balantzaka
eta hirekin aurrez aurre jarri garenean
zerraldo erori haiz gure oinetan
eta gorpu gogor hintzen
udazkenaren tronoan
hertsi dizkiagu begiak
adiosik ez
eta goizaldean
muxika hezur batetan sarturik
o petit poete
pirotekniarik gabe lurperatu haugu
baratzan.

Mary Kate había desaparecido para cuando abrí los ojos, después de colupiarme, extasiado, en el fraseo final del acordeón. El pastel fue una delicia que aún vuelve a mi paladar en algunas concretas tardes de chaparrones intensos y fugaces. Anoto los nombres de los pueblos donde toco las canciones que ahora son mías. Las escribo obedeciendo un encargo inexcusable. En aquel billete está escrito «Si tu chantais tes paroles, j’existirais toujours» Porque el postre de aquella tarde lo pagué con los cobres pequeños, sus diez euros siempre van conmigo.

TARENTOLA MAURITANICA

Paeres del corral que en verano «El Circo de la Luna» en sus farolas albergan un latir de tarentolas abatiendo cualquier insecto enano, dul...