Ha habido tres casualidades
como siempre.
Tres casualidades hacen un hacha.
Ya en los postres había un poema
que se enredaba en la piña.
No he encontrado ninguna sonrisa.
Pero antes de las ocho
buscaba nubes y he encontrado
una hermosa luna.
En la cena he comido banderas:
la necesaria cantidad
como para buscar a Baudelaire.
Y de la repisa wengé
ha caído un libro de Gavalda.
Y del libro una serpiente azul
dando besos como un poema antiguo.
Quizá porque era un poema antiguo.
Sólo era necesario que,
como un súbito despropósito,
comenzara a llover sobre el asfalto
que adorna la caída del balcón.
La luna, el poema...
Y un no sé qué
que se me ha ido al ojo
para que lloviera
este tan prescindible
verso intempestivo.
No son horas para olvidar a nadie..