Dejad que goce de la voz templada
el olivo que el tiempo arruga y mece,
nervio que por el sol nunca perece,
plácida red de la luna arrinconada.
En su sombra humilde un recuerdo nada
como otra sombra, no le desmerece
y por más que otro invierno recrudece
sueña y calla su pena enrevesada.
¡Árbol!, mano que asomas a la tierra
gigante colosal que está cautivo
y que pugna por relatar su guerra.
Corazón verde, anclado pero vivo,
porque tanta vida la muerte encierra
cual gozo tu dolor, amado olivo.
***
2 comentarios:
Hermoso soneto
Muchas gracias, sr. Anónimo...
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