martes, 11 de diciembre de 2007

Una cereza

Hay, sin embargo, razones para convertir esto en un diario. Porque, a veces, ocurren cosas que no suceden a diario. Hay tristezas que ocurren en otra capa debajo de la nieve. En otra nieve. En otra capa. Habrá quien no deje de opinar que escribiéndolas, las cosas se entienden mucho mejor. O se desprenden. Yo ni siquiera soy capaz de permitirme faltas de ortografía y sé que he añorado hasta la laceración los monstruos de hace algunos meses. Mañana quizá sólo me preocupe la tersura o la poca esponjosidad de mi cruasán, cada vez menos cotidiano.
Mis monstruos eran buena gente. Pero se han debido escapar con un montón de niños. ¿Volverán? Nadie les ha pedido fidelidad. No, a ellos no.
Es noche cerrada. No nieva. Quizá haya el eco flamenco de una serrana a mi espalda. Me apetece poner una cereza en esta nieve sin palabras del martes. Sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tus monstruos viven. Te lo juro. Siguen latiendo. Lo sabría sin que me lo hubiesen dicho quienes los habitan, pero además éstos han hablado, y cuentan que moran en los cirros infinitos donde no alcanza el olvido.

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