En el número 16 de la revista, editado en la primavera de hace ya unos cuantos lustros, encuentro la inquietante lucidez de un interno que firma como G. Stream reflejada en un puñado de versos cuyo nexo bien pudiera hallarse en una mirada que va más allá de la ventana enrejada frente a la que, presumo, fueron redactados y en una pérfida ironía para con la institución...
Alguna mujer cuando el sol se pone
se llama María en alguna parte,
algún tonto te dice de casarte,
alguno muere, nace, se indispone.
Un lápiz hace que algo se emborrone,
algún poeta intentará engañarte,
algún fusil abate un estandarte,
alguien está a favor, alguien se opone.
Siempre hay alguno cuando muere el día
que dice te quiero por vez primera,
y hay quien lo calla cuando no debía.
Alguien leyendo versos de cualquiera,
alguno sembrando en tierra baldía
(algún loco violando a su enfermera).
se llama María en alguna parte,
algún tonto te dice de casarte,
alguno muere, nace, se indispone.
Un lápiz hace que algo se emborrone,
algún poeta intentará engañarte,
algún fusil abate un estandarte,
alguien está a favor, alguien se opone.
Siempre hay alguno cuando muere el día
que dice te quiero por vez primera,
y hay quien lo calla cuando no debía.
Alguien leyendo versos de cualquiera,
alguno sembrando en tierra baldía
(algún loco violando a su enfermera).
El trueno, como un azor improvisado
anuncia cenizas en el cielo taciturno,
las princesas tiritan en palacio,
espolea un caballo el príncipe de turno.
Galopa, jinete saeta, más despacio
que el viento apacigua lo tormenta
y el llanto cristaliza en gris topacio
donde amor espera impaciente.
Las aves vigilan su pasar desesperado
la selva inviste su sombra de fe ardiente,
se desploma el silencio en luto enamorado.
Las niñas, presas de miedo despreciable,
ofrecen costuras de recelos a la entrega.
¡Ay, lluvia gris! El príncipe no llega...
Cuento de hadas con final poco admirable,
soneto musitado apenas, poco bailable.
Descanse en paz el vaso del críptico poeta,
con su fábula de enigmas, censurable,
que el alma del amor es pura y quieta
y no llaga en ornamento despreciable.
anuncia cenizas en el cielo taciturno,
las princesas tiritan en palacio,
espolea un caballo el príncipe de turno.
Galopa, jinete saeta, más despacio
que el viento apacigua lo tormenta
y el llanto cristaliza en gris topacio
donde amor espera impaciente.
Las aves vigilan su pasar desesperado
la selva inviste su sombra de fe ardiente,
se desploma el silencio en luto enamorado.
Las niñas, presas de miedo despreciable,
ofrecen costuras de recelos a la entrega.
¡Ay, lluvia gris! El príncipe no llega...
Cuento de hadas con final poco admirable,
soneto musitado apenas, poco bailable.
Descanse en paz el vaso del críptico poeta,
con su fábula de enigmas, censurable,
que el alma del amor es pura y quieta
y no llaga en ornamento despreciable.
Me muero de pena cuando me acuerdo
-el viento cautivo de tus rizos-
que me leías el futuro en las manos sucias
y yo te decía aquello tan bonito
que te rilaba a mis pies
como las olas que me asustan tanto.
-Tu pelo con ser tu pelo tiene bastante-
A menudo esa misma pena
me despierta en un autobús rojo
y me atropellan las ganas
de saber
a dónde
iba.
Como ahora.
La añoranza se viste de cristales empapados
y camisas arrugadas sin perfume.
He vuelto a mi ser...
pero la obstinación del reflejo de tu pelo
me arrebata las ganas de comer
y busco asilo en una moda muerta,
en el traspiés sonoro después del cine,
en la conjura de los silencios menos leves.
-¡Qué hermoso lazo llevabas aquel día!-
Sin embargo, intentaré volcar
todo mi amor en ese saltamontes
que guarda tu huella impresa en sus ocelos.
Sin ira.
Por tu piel aquel río se curvaba
y tú tan divertida en tu inclemencia
tensabas su tortura con vehemencia
y el río se enroscaba y se enroscaba.
La misma piel que mi cerebro agrava
cuando añoro mi dedo por su esencia
o mi labio por tu ingle con violencia,
tanta, que su ausencia mi ojo acaba.
Ignorarás por siempre cuántos daños
causa esa epidermis, dulce velo
que siempre has manejado con engaños.
Lo sabe la enfermera que en su celo
me escribe estos versos, me da los baños
y, dulce, al irte, me acaricia el pelo.
y tú tan divertida en tu inclemencia
tensabas su tortura con vehemencia
y el río se enroscaba y se enroscaba.
La misma piel que mi cerebro agrava
cuando añoro mi dedo por su esencia
o mi labio por tu ingle con violencia,
tanta, que su ausencia mi ojo acaba.
Ignorarás por siempre cuántos daños
causa esa epidermis, dulce velo
que siempre has manejado con engaños.
Lo sabe la enfermera que en su celo
me escribe estos versos, me da los baños
y, dulce, al irte, me acaricia el pelo.
6 comentarios:
Bienbienbiennnn. Si es que lo bueno siempre se hace esperar. : ))
Me apena mucho haber dejado de pasear por mis blogs consentidos, el tiempo...
Pero siempre es grato llegar de nuevo a un lugar, hace tiempo lejano, y recordar lo leído en él, conocer lo nuevo que ha quedado impreso, sobretodo cuando se trata de poesía.
Besitos.
txupipiruli!!
(es el bebé que está a mi lado y me hace decir estas cosas para decirte Hola, qué bueno que estás por aquí de nuevo)
Gracias, amigos por las visitas. Siento no poder martillearos más a menudo con mis, a menudo, indigestas cerezas... Son rachas pasajeras, lo sé.
Koldo, lagun, esan haurtxoari txuiktxuik tup!! nire partez ;-)
Muuchos abrazossss...
HOLA SOY DE MONGOLIA,HABER SI SUBTITULAMOS EL BLOC
¡Me encanta la gente de Mongolia! Tengo, incluso, una deliciosa amiga descendiente de esas tierras. Dame una idea de cómo te gustaría subtitularlo y lo estudiaré con sumo placer.
Un abrazo.
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