- ¡Una cerveza! o una caña... mientras no sea Heinnecken me da igual.
El camarero le miró con un gesto que era una mezcla de asombro y desprecio. Por un momento temió que fuera a preguntarle:
- ¿Así que no te gusta la Heinnecken? –dijo ella, a su lado, apareciendo como por ensalmo y apoyando medio cuerpo en la barra pícaramente.
Era una chica preciosa. Por unos momentos dudó que se estuviera dirigiendo a él. Miró a la muchacha que se columpiaba casi obscenamente a su lado y deseó que no dijera:
- Una Heinnecken, como siempre– dijo el barman, alzando la voz ladinamente y remarcando las sílabas.Lamentó odiar esa marca, pero desde hacía algún tiempo le sabía, aunque él adorase esa fruta, asquerosamente a manzana.
Estaba visto que era mejor que no desease nada. Claro que, quién es capaz de gobernar los deseos y quién sabe si aquellos que no son espontáneos pueden ser tomados como tales. Empezaba a considerar la posibilidad de desear que el camarero dijese algunas cosas por ver si era ella la que las pronunciaba. En estos recovecos patafísicos andaba cuando en los bafles del garito empezó a sonar «In a gadda da vidda» de...
- ¡¡Iron Butterfly!! –exclamó él, sorprendido al reconocer un tema que siempre le había encantado-. Hacía siglos que no escuchaba esto.
- Y más que ibas a estar, si por mí fuera... ¡menudo pestiño! –respondió, desabrido, el camarero mientras rebuscaba en el botellero-. Dále gracias a ella, siempre la pide... Entonces... ¿qué cerveza te sirvo?
Él la miró inquisitivo.
- Una Heinecken, claro- respondió ella.
- Y cóbrame las dos- añadió él, pensando entre sí «Ahora sólo falta que le diga que ponga...»
- ¿La última de los Dolls, luego, Eva?- dijo el camarero.
Ella asintió con un chisporroteo de sus prodigiosos ojos. Y le invitó a que la siguiera, moviéndose como una hermosa cobra, al rincón donde beberían en silencio la manzana espumosa que agrandaba el deseo, mientras las muñecas neoyorquinas tomaban el relevo de las mariposas de hierro y les llevaban al edén entre la bruma vocal de «Temptation to exist».
El camarero le miró con un gesto que era una mezcla de asombro y desprecio. Por un momento temió que fuera a preguntarle:
- ¿Así que no te gusta la Heinnecken? –dijo ella, a su lado, apareciendo como por ensalmo y apoyando medio cuerpo en la barra pícaramente.
Era una chica preciosa. Por unos momentos dudó que se estuviera dirigiendo a él. Miró a la muchacha que se columpiaba casi obscenamente a su lado y deseó que no dijera:
- Una Heinnecken, como siempre– dijo el barman, alzando la voz ladinamente y remarcando las sílabas.Lamentó odiar esa marca, pero desde hacía algún tiempo le sabía, aunque él adorase esa fruta, asquerosamente a manzana.
Estaba visto que era mejor que no desease nada. Claro que, quién es capaz de gobernar los deseos y quién sabe si aquellos que no son espontáneos pueden ser tomados como tales. Empezaba a considerar la posibilidad de desear que el camarero dijese algunas cosas por ver si era ella la que las pronunciaba. En estos recovecos patafísicos andaba cuando en los bafles del garito empezó a sonar «In a gadda da vidda» de...
- ¡¡Iron Butterfly!! –exclamó él, sorprendido al reconocer un tema que siempre le había encantado-. Hacía siglos que no escuchaba esto.
- Y más que ibas a estar, si por mí fuera... ¡menudo pestiño! –respondió, desabrido, el camarero mientras rebuscaba en el botellero-. Dále gracias a ella, siempre la pide... Entonces... ¿qué cerveza te sirvo?
Él la miró inquisitivo.
- Una Heinecken, claro- respondió ella.
- Y cóbrame las dos- añadió él, pensando entre sí «Ahora sólo falta que le diga que ponga...»
- ¿La última de los Dolls, luego, Eva?- dijo el camarero.
Ella asintió con un chisporroteo de sus prodigiosos ojos. Y le invitó a que la siguiera, moviéndose como una hermosa cobra, al rincón donde beberían en silencio la manzana espumosa que agrandaba el deseo, mientras las muñecas neoyorquinas tomaban el relevo de las mariposas de hierro y les llevaban al edén entre la bruma vocal de «Temptation to exist».
7 comentarios:
¡Me encanta!Joseba.
¿Todo esto te ha inspirado la cogorza de Aida?jajaja
temptation exist
is
temptation to exist
ziotson Cioranek Scarletti, Woll Damm beltza eskuan hartuta.Dark Star tabernan Grateful Deaden musikak likin zauritzen zituen maitaleak.
Alboko tabernatik Dollsen Tempation to exist abestiaren haria zerion Dark Starreraino.
temptation exist
is
tempation to no exist
zioen bertako tabernari maiteminduak.
La cogorza de Aida fue el empujón definitivo para una historia que dormía desde hacía 10 años con el primer párrafo escrito en una esquina polvrienta. Pero hay paraísos insospechados, mamma. Resucitan súbitos...
Bi ertz, bi alde daude beti lasa (txiki txikia bada ere, darling) batean. Scarlettek gerria sugentzen zuenean... zubiak ereiki, zubiak hautsi, su biak... johannsonatu arte...
Muxuak para ambos...
Si si podías poner al blog el nombre de "Cervezas en la nieve".. Te dejo mi cerveza..
"Dis, quand reviendras-tu..?" c'était la question que je me posais, Joseba.. Et tu es revenu au moment de l'au revoir.. Cela m'a fait plaisir... La boucle est bouclée...
Tchin tchin! Á ta santé et surtout .. Mila muxu...et MERCI...
Qué buen relato!!
¡Salud!
se nota que el calor aprieta en estas fechas
por la cerveza, digo :))
saludos, y cereza, por supuesto
Publicar un comentario