Yo sé que la mayor parte de todos estos azares no son más que cuidadas sorpresas irremediables. Es fácil que hace un par de semanas dejara expresamente sin llevar al montón de las revistas este número viejísimo de 'El asno en globo'. Y era ineludible que emergiera del montón de papeles, justo cuando el tiempo del avanzado otoño ofrece una tregua para fumar en la terraza del piso de abajo del desván. Me he bajado con ella abierta por la página que, del mismo modo azaroso, estaba marcada con una sutil doblez en el pico superior.
Fumando y saboreando una taza del delicioso café que nunca falta en mi italiana, me he reencontrado con ese personaje que me absorbe, siempre en función de mis estados de ánimo, desde hace ya unos años: E.L. Kasher. La página marcada y la siguiente recogen seis poemas suyos, así como un cuento muy breve que da la impresión de ser el apunte de algún futuro relato, más extenso quizá. Esto, con todo, es algo que nunca podrá ir más allá de la conjetura, pues si algo define a Kasher es, seguramente, que es indefinible.
Leyendo la publicación del sanatorio, he recordado enseguida que cuanto allí había del poeta lo tenía guardado ya. Es material que duerme en la carpeta que almacena todo lo que he ido averiguando acerca de él, desde que descubrí su obra en aquella visita casual, esta vez sí, al centro donde debió estar ingresado muchos años antes, nunca supieron aclararme cuántos. Tampoco sabría aclarar por qué ahora me sorprende que, de los seis poemas publicados, sólo uno esté pulcramente enmarcado por un circulo, más o menos imperfecto, de rotulador rojo. Los otros cinco me parecen tan buenos, o más, pero le haremos caso a cualquiera que fuese la impresión que entonces tuve y lo recordaremos aquí:
Fumando y saboreando una taza del delicioso café que nunca falta en mi italiana, me he reencontrado con ese personaje que me absorbe, siempre en función de mis estados de ánimo, desde hace ya unos años: E.L. Kasher. La página marcada y la siguiente recogen seis poemas suyos, así como un cuento muy breve que da la impresión de ser el apunte de algún futuro relato, más extenso quizá. Esto, con todo, es algo que nunca podrá ir más allá de la conjetura, pues si algo define a Kasher es, seguramente, que es indefinible.
Leyendo la publicación del sanatorio, he recordado enseguida que cuanto allí había del poeta lo tenía guardado ya. Es material que duerme en la carpeta que almacena todo lo que he ido averiguando acerca de él, desde que descubrí su obra en aquella visita casual, esta vez sí, al centro donde debió estar ingresado muchos años antes, nunca supieron aclararme cuántos. Tampoco sabría aclarar por qué ahora me sorprende que, de los seis poemas publicados, sólo uno esté pulcramente enmarcado por un circulo, más o menos imperfecto, de rotulador rojo. Los otros cinco me parecen tan buenos, o más, pero le haremos caso a cualquiera que fuese la impresión que entonces tuve y lo recordaremos aquí:
El cerezo desploma en la tarde
algo que se escapa del olvido:
¡El árbol que será en tus labios!
Alguna vez has sido
la caricia
que afeitan los aires del Noviembre
desde la sierra al valle.
Puedes adueñarte del cerezo,
reeditarlo,
y yo, por los colegios,
explico sin fatiga
cómo huir,
sin temor a la muerte,
del pleonasmo.
algo que se escapa del olvido:
¡El árbol que será en tus labios!
Alguna vez has sido
la caricia
que afeitan los aires del Noviembre
desde la sierra al valle.
Puedes adueñarte del cerezo,
reeditarlo,
y yo, por los colegios,
explico sin fatiga
cómo huir,
sin temor a la muerte,
del pleonasmo.
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