Hoy le apetece algo menos tierno de lo normal. Se encamina al moderno arcón que se compró como regalo en la última Navidad recordando que Cristina rondaba, si no los pasaba, los cincuenta. «Buena elección» se dice, sonriendo en silencio. Levanta la pulcra tapa del frigorífico y dirige a la mirada al receptáculo marcado con una enorme «C» rotulada en negro indeleble.
«Antes de morir, ¿qué me gritó?», piensa antes de decidirse definitivamente.
-Ah, sí, ya recuerdo: "¡maldito cabrón de mierd...!" - dice en voz alta, mientras extrae, por fin, un brazo derecho, extremadamente fino, cubierto de una fina escar...
«Antes de morir, ¿qué me gritó?», piensa antes de decidirse definitivamente.
-Ah, sí, ya recuerdo: "¡maldito cabrón de mierd...!" - dice en voz alta, mientras extrae, por fin, un brazo derecho, extremadamente fino, cubierto de una fina escar...
5 comentarios:
Jolín... qué macabro, me has dejado que la digestión se me va a quedar atravesá!
Joseba!!!!! A estas horas mientras tomamos café y en plena digestión como dice Edurne... Eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca... ni cubierto de escar...cha
Mila muxu!
¡Estremecedor!
Salud y República
mammamia,y pensar que me encuentro como Cristina pasando de los cincuenta.....un poquito de por favor con las cincuentonas, joseba
Tienes razón, Edurne, tenía que haberlo subtitulado «Leer después de la siesta», jejeje...
Si es que estos asesinos no tienen consideración, ¿eh, Bakezale?
Tómatelo como un piropo, mamma, algo así como que las cincuentonas están para comérsel...
Abrazos, queridos.
Publicar un comentario