miércoles, 9 de abril de 2008

Desde el desván (II)

La producción artística de los últimos días del invierno fraguó en una papelera repleta de pelotitas de papel que atraen mi mirada casi tanto como el espléndido camuflaje de los campos de enfrente. La incipiente primavera me regala la placidez justa para poder despreciar este vacío creativo que en otras circunstancias quizá me depredaría el alma.
Entretengo la mañana en juegos diversos, en lecturas que van al juego, en escribir que las lecturas son el juego para jugar con la lectura y lo que escribo.
Leo:

«... arte del puzzle comienza con los puzzles de madera cortados a mano, cuando el que los fabrica intenta plantearse todos los interrogantes que habrá de resolver el jugador; cuando, en vez de dejar confundir todas las piezas al azar, pretende sustituirlo por la astucia, las trampas, la ilusión: premeditadamente todos los elementos que figuran en la imagen que hay que reconstruir-ese sillón de brocado de oro, ese tricornio adornado con una pluma negra algo ajada, esa librea amarilla toda recamada de plata- servirán de punto de de partida para una información engañosa: el espacio organizado, coherente, estructurado, significante de cuadro quedará dividido no sólo en elementos inertes, amorfos, pobres en significado e información, (curiosa y paradójicamente, leer este párrafo me lleva a recordar aquel otro juego que se proponía en otro libro y que consistía en sustituir las palabras de un texto por su definición en el diccionario. Así, se producían curiosidades como ésta:"La mujer esperaba en el andén la llegada del tren ---> La persona adulta de sexo femenino atendía en el lugar de las estaciones que es una acera a lo largo de la vía el momento de la venida del vehículo que consta de una serie de vagones y de la locomotora que los arrastra", pudiéndose, por supuesto hacer el juego interminable, sustituyendo posteriormente las palabras 'sexo', 'femenino', 'estación', etc...) sino también en elementos falsificados, portadores de informaciones erróneas; dos fragmentos de cornisa que encajan exactamente, cuando en realidad pertenecen a dos porciones muy alejadas del techo; la hebilla de un cinturón de unif... ... ...rias piezas cortadas de modo casi idéntico y que pertenecen unas a un naranjo enano colocado en la repisa de una chimenea, y las demás a su imagen apenas empañada en el espejo, son ejemplos de las trampas clásicas que encuentran los aficionados.»


La conclusión es una verdad preciosa: el puzzle no es juego solitario, cada movimiento del jugador ha sido, seguramente, realizado antes por el creador del mismo; cada pieza que toma y vuelve a ubicar, que examina con deleite o con odio indisimulado, que acaricia del mismo modo, cada combinación que ensaya, cada tanteo, cada esperanza, cada fracaso pasajero, han sido decididos, calculados, estudiados por el otro...
No sé si soy capaz de trasplantar lo leído de forma correcta al hecho de vivir; no sé si puede ser válido dentro de algún tipo de instrucciones de uso de lo que es esa casa que construimos en lo que es la vida. Quizá la vida sea un puzzle hecho de un millón de puzzles diarios. Entonces sé que la preciosa verdad es, además, incuestionable y se adapta al día de hoy, donde el puzzle que resuelvo lo han creado ya un tibio, casi veraniego amanecer, los buenos días de Ana Maja, el egunon de Lucía, la música que no sé distinguir en un ejercicio propuesto por Freia, un texto sobre la amistad en un foro, un poema de un primo, cierta burocracia aplazada, el soneto que no he decidido aún si publicar o no, el sol reflejándose en la fachada de enfrente, el juego que juego y que es donde habito y escribo y manoseo la siguiente pieza de este subyugante rompecabezas que entre todos, la primavera en los balcones también, me vais creando... al tiempo que yo, sabedlo, creo el vuestro.

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