miércoles, 23 de mayo de 2007

Mis monstruos favoritos (I)


Maytt Emin Dutt, el viejo monstruo de la zona de la frontera está triste. De hecho, por la comarca de las minas de uranio y los campos de la Peña hace algún tiempo que le echan de menos. Dicen que el alcalde de Lumbrales ha mandado una queja al S.U.S.T.O. (Servicio Universal de Seres Terroríficos, Obscuros y Sorprendentes) porque Maytt hace días que no cumple con su cometido de asustar a los niños que no comen, o no estudian, o no obedecen, o a los campistas que lo dejan todo perdido en las salcedas del río, o a Leonardo, el recalcitrante ladrón de gallinas de Saelices...
Pero resulta que Maytt está triste, desconsoladamente triste, inmensurablemente triste. Y no sólo no tiene ganas de andar por esos caminos y esas aldeas dando sustos a diestro y siniestro, como es su fama. Es que, además, se podría decir que por ahí, por lo de dar sustos, es por donde le sobrevienen todas sus cuitas al pobre Maytt Emin Dutt.
El caso es que su amada, adorada, venerada e idolatrada Lilhu R. Agarri, aspirante desde hace apenas sesenta años a Ser Benefactor, le ha abandonado porque no soporta que asuste a los niños pequeños que ella protege de incógnito, como ordena su cargo. Han mantenido durante décadas una entregada relación que se ha visto truncada, de golpe y porrazo, hace unos días, cuando ella le comunicó que lo sentía pero que «se le partía el alma cuando escuchaba los llantos de Adrián, o de Lorena, o los gemidos acongojados e hiposos de la pequeña Silvia». Porque, hay que reconocerlo, el viejo Maytt, no tiene precio como asustador.
He oído que va de antro espectral en antro espectral, llorando una lágrima cada noche, mirando el retrato que se hicieron juntos en un fotomatón de la Ciudad, una inolvidable madrugada, sin dejar de trasegar litros del amargo, humeante y adictivo elixir de la mandrásella.
Y ¿quién le explica que ella está equivocada y que precisamente sus sustos son necesarios para que ella exista? ¿Para qué, si no hay malos momentos ni posibilidad de desgracias, son necesarios los seres benéficos? ¿Quién le explica que en el fondo de la más enorme alegría se esconde siempre algún miedo, más o menos grande? ¿Y quién le cuenta que, pese al mal trago que pasa,pese al susto que está viviendo, no existen seres benefactores que se ocupen de los pobres monstruos enamorados?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bonito! Me lo voy a quedar. : )

Una pena ese desencuentro entre Lilhu y Maytt. Tengo la seguridad de que es un malentendido temporal, y de que van a arreglar esas pequeñas diferencias.

Anónimo dijo...

Donde está mi monstruo?

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