Apenas tuve tiempo de despertarme y la pesadilla empezó a ser realidad. Apuré la ginebra que quedaba, necesitaba ese trago. La miré. Era tan hermosa... Belén no era como las demás, nunca lo había sido y yo la amaba como a nadie. La había amado desde el instituto. Pero tuvo que ofrecerme la maldita cocaína. ¿Por qué demonios, cuando la tomo, lo haré siempre como si lo hiciera dentro de un sueño? Y al despertar, la pesadilla de siempre: descuartizarla, guardarla en el arcón del sótano... Y lo peor, ¿de dónde sacar las fuerzas para comerse a la única mujer que realmente has amado? Porque uno será lo que sea, pero tirar, nunca tiro nada...
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FRÁGILES OLVIDOS
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