domingo, 14 de febrero de 2016

Amado Manuel





Amado Manuel,

nada me haría más feliz que llegar a saber un día que has leído esta carta, aunque esto suceda en la prisión serrana donde me repiten, con despectiva monotonía, que te encuentras. Mi amor me impide hacerle caso a las palabras de Víctor quien no cesa de reiterarme que pereciste para siempre en esa misma sierra que te refugiaba.
Llueve en Santiago estos días, Manuel. Lo hace con la misma tristeza suave con que lo hacía cuando corría a verte desde mi oficina hasta la puerta de la fábrica donde me esperabas embutido en tu buzo grasiento, el cigarrillo ladeado en la sonrisa pura, el flequillo desatado sobre tu ojo izquierdo… Me prendía del cuello sudoroso y me llenaba de tu humo en los besos interminables. Tú me sacudías el agua de los rizos con esa dulzura demoledora que se grababa a cincel en mi memoria, Manuel. Con ella regresaba al trabajo, con el tacto de tus dedos repitiéndose eternamente en mis horas sin ti, reviviendo los cinco minutos una y otra vez hasta aniquilar cualquier atisbo de hastío. Llueve en Santiago pero no tengo fábrica donde correr, no tengo  cinco minutos, ni tres, ni apenas uno donde eternizarme en ti.
Sólo tengo, Manuel, esta dirección donde me han prohibido ir y donde te escribo con la rabiosa esperanza que me ha dejado esta indefensión de no saber nada cierto sobre ti. Han pasado cinco meses desde que escapaste a la montaña luego de la gran huelga, con las noticias que salieron ese mismo día de grupos de obreros y sindicalistas abatidos cerca de Río Blanco y toda esa gente desaparecida. Cinco meses de angustia e incertidumbre mitigadas por el recuerdo de tus labios sabiendo a tabaco, de tu cuello salpicado de grasa, de tus dedos enredando en el cabello húmedo, de tus ojos de persona buena que nunca hizo daño y que lo iluminaban todo… Cinco meses, Manuel, redondeándote en esta pancita mía donde floreces en cada latido, en cada leve patada, en cada súbito giro en su lecho placentario. Sí, Manuel, hay, como decías tú, un poemita en camino. Y viene grandote, créeme, este poema. Va a ser una auténtica oda elemental.   
Algunas noches lo noto especialmente inquieto. Entonces, echada en nuestro humilde catre, palpo suavemente esta curva que se pronuncia cada día más y, a media voz, le canto la misma linda canción que me suplicabas cuando andabas tan triste. Y se calma como si entendiera las hermosas palabras de Violeta que se van enredando, enredando como hiedra de futuro en el muro de nuestra vida, Manuel. Porque te amo, porque te espero, porque te recuerdo, siempre te recuerdo…


                                                           Amanda

8 comentarios:

Noite de luNa dijo...

Desde El costurero de Isabel vengo.

Si, Amanda seguirá esperando a Manuel con todo su amor a flor de piel

Saludos

Joseba M. dijo...

Gracias por el comentario, Noite... Dicen que la esperanza es lo último que se pierde pero sospecho que, en este caso, acabaría perdiéndola pronto nuestra adorada Amanda, visto cómo fue la cosa en aquella hermosa tierra, en aquel triste tiempo...
Un abrazo...

Isabel dijo...

¡Cuántos caminos recorridos me trae Amanda!

Es bueno que no se pierda en el olvido. Gracias, Joseba.

Hola, Noite.

Edurne dijo...

Uliak tente hartzen jataz abesti horregaz!

Son tantos los años que han pasado, pero...
Yo también recuerdo, como Amanda.

Eskerrik, Joseba!
Muxuak ta besarkada erraldoiak!

Edurne dijo...

Jartzen!

Joseba M. dijo...

Mila esker, Edurne, aspaldikoa!!!
Muchas gracias, Isabel...
La idea de la carta surgió luego de una típica discusión de bar de fin de semana en cuadrilla acerca de cuál consideraba cada uno que era la mejor canción de amor que había escuchado; si no unánime, la opinión general aceptaba la de Víctor Jara como una especie de maravilloso mito inolvidable. Pensando que todo el mundo conocía este tema, se me ocurrió la idea de darle la vuelta y hacer que fuese Amanda quien hablase, escribiéndole a Manuel una carta que nunca recibiría, claro... El lunes siguiente, último día de plazo para el concurso de cartas, la redacté y la entregué poco antes de cerrar...
Mi sorpresa fue la de ir sabiendo que había mucha gente que no había oído nunca «Te recuerdo, Amanda» con lo que la epístola perdía mucho chiste... menos mal que entre el jurado alguien les hizo escucharla...
Me alegra saber que ustedes la conocen y que les produce la misma emoción que a mí y, supongo, esa añoranza de cuando más jóvenes...
Hay también, al final, una referencia a un tema de Violeta parra que Mercedes Sosa cantaba de forma prodigiosa: «Volver a los 17»... con la que Amanda relajaba el ánimo de nuestro Manuel. Si no lo conocen, escúchenlo, les encantará...
Besos...

Noite de luNa dijo...

Me gustan las conversaciones en los blogs

Amanda era y es la hija de Victor, no la mujer. Aunque siempre nos confundimos, la canción iba dirigida a su hija que en aquellos entonces tenía 8 años.

Dance me to the end of love de Cohen es, para mí, la mas bonita del mundo y en lengua castellana, Yolanda de Milanés.

La idea de la carta es estupenda. Una amiga escribió una carta de Dulcinea a Alonso Quijano y nos reímos mucho. Creo que se la "robé" y la tengo guardada. Voy a ver....

Saludos a todos

Joseba M. dijo...

¡Y la escribió en Londres! cierto es...
Grandes canciones las que citas, ¡voto a tal!, pero a mí me cuesta decidirme por una definitivamente... el mismo Cohen tiene una decena de maravillosas canciones de amor, Silvio, Serrat... ¡Sinatra!
Y, ya que citas, ¡oh, casualidad de casualidades! en el mismo certamen que cito, quedó segunda ganadora una carta de Dulcinea a Don Quijote que era una gozada y que envió alguien de Madrid...
Gracias por tu comentario, Noite, un abrazo...

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