viernes, 4 de febrero de 2011

Cotorreos...

Una prima de la mejor amiga de la madre de una chica que va al colegio de una de mis alumnas le comentó al frutero del supermercado donde compra la sobrina de la señora que me cose remiendos y me coge dobladillos en los vaqueros que necesitaba un poema para su hija de catorce años a la que le habían encargado hacer una composición que ilustrara un trabajo de Lengua sobre no sé qué época dorada de la literatura española. Ni que decir tiene que, cual reguero de pólvora, la noticia ha ido del frutero a la peluquera de la calle Infanzones, de ésta a una clienta que peina todos los sábados y que trabaja en el Banco de Santander, de ésta a la mujer que le lleva los trámites de la hipoteca a la sobrina de Concha, de la sobrina a la propia Concha, mi modistilla, quien, el lunes, cuando me entregaba los viejos jeans que acaba de repuntearme no dudó en dejarme caer que...

No pude negarme, claro está; es proverbial la flojera de mi ánimo ante esas situaciones y, así, le regalé el vetusto y justamente olvidado soneto que adjunto. Espero, con todo, que la prima susodicha arda en el peor de los infiernos, pues hoy, cuando estaba comprando unas pechuguitas de pollo para albardar, Aurelio, el carnicero, me ha hecho saber que una clienta que es compañera de brisca en el Hogar del Jubilado de una paisana de la abuela de la niña del demonio que a ésta le han cascado un cero en un trabajo del cole «y eso que había puesto un poema de un profesor que se las da de mu...»

Lo peor, aparte de la vergüenza escondida, es que me he venido con el kilo de pechuga sin filetear, no podía esperar ni un segundo más en ese mostrador repleto de gente lanzando dardos contra esos malvados seres que «... es que hoy no les enseñan nada...». Tendré que olvidarme de albardarla y conformarme con aliñarle una salsita a los desiguales tacos que soy capaz de cortar...

No digas besos, di palomas rojas,

puedes decir granadas entreabiertas

di también corazón que abre sus puertas

o mariposas mancas, ciegas, cojas.


Por decir, di la lluvia en que me mojas,

di azucenas que brotan en las huertas,

di yertos lirios en las bocas muertas,

di del bosque secreto alfombra de hojas.


No digas besos, dulces desagravios

que golpean en óvalos que ilesos

tornarán de otros óvalos, más sabios.


Besos no digas; mas descorre, gruesos,

los telones de sueños de tus labios;

no los nombres, mejor dame tus besos...

2 comentarios:

Isabel dijo...

Si los cotorreos que hacen reir, por cómo lo cuentas, dan de sí sonetos como este, benditos sean.

Un placer leerte.

Joseba M. dijo...

Gracias, Isabel, un placer que te haya hecho reir, un gusto tu opinión.
Seguiremos soneteando, pues.
Un abrazo.

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