lunes, 19 de mayo de 2025

CUALQUIERA TIEMPO PASADO FUE ANTERIOR




El olvido crece bicicletas, Alejandra

y hoy, cuando sabemos

que cualquiera tiempo pasado fue anterior

un transistor Vanguard anuncia

que es lunes 10 de junio de 1974

y mientras Luis Lucena se queja

«Hermano, ¿por qué

me robaste lo que más quería?»

la madre recose unos vaqueros ya recosidos,

abuela Rosalía suspira

el mismo suspiro que exhala

desde que la muerte del abuelo Kiko

la exilió a cinco casas diferentes,

un Orient llegará de Oriente

para que yo sepa

la hora del desierto de Saba

antes de que Sanáa sea

patrimonio de la Unesco

con sus 14.000 torres,

un Orient vendrá de oriente

para que el tiempo del desierto humanyí

brille bajo mis sábanas,

el padre pagó con dólares

su último exilio.



El olvido crece bicicletas, Alejandra

cuando por los ajados altavoces

del andén de la estación

de Campanario, Badajoz,

José Luis Pécker hace saber

a la ardiente noche extremeña

que es sábado 30 de agosto de 1.958

y el padre y la madre

tomarán un tren sin regreso,

luna de miel en el exilio del hambre

dando comienzo

al «Milagro económico español»

hacia un norte donde bañar su miseria

porque Benidorm no les acogió nunca.



El olvido crece bicicletas, Alejandra,

y ahora,

cuando cualquiera tiempo pasado fue anterior,

Fede Merino se desgañita

el 1 de Mayo de 1.983,

«oye como va en Radio Popular»,

ofreciendo bacalaos de felicidad

desde Las Palmas,

mientras en todo el estado otras gargantas

se desgañitan contra la nueva miseria

del mesías Felipe

que regala felicidad reconvertida,

miseria de andar por casa

y fútbol cosmético.



El olvido crece bicicletas, Alejandra

cuando antes de que Radio Nacional de España

ofrezca el único parte de noticias permitido

el 14 de febrero de 1.959

inunde una miserable cocina compartida

por tres familias

con la facultada voz de Pepe Pinto

cantando a su María Manuela

«me escuchas,

yo de vestíos no entiendo,

pero de veras te gusta

ese que te estás poniendo...»

mientra el padre y la madre terminan de cenar

una olla de algo más agua que sustancia

y él le canta por encima de la radio

ese amor nuevo que limpia la miseria

«vela, no tiene más que una vela,

el barco de mis amores

y es mi María Manuela...»

y ella, que se llama Facunda

y es chiquita y muy garbosa

no sabe que todavía no ha nacido

san Valentín,

ni sabe que esa noche elevará

la sábana su larga enredadera

en la alcoba prestada que alberga

todo su arreo,

y que los besos fraguarán

en el futuro imperfecto

de un ser que no será

un buen poeta

pero nunca será un mal hijo...



Pero, Alejandra, la memoria,

esa grieta del olvido...

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